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viernes, 27 de enero de 2017


Padre e hijo en la NBA

“Hay dos legados perdurables que podemos trasmitir a nuestros hijos: uno son las raíces; el otro, son alas”, las palabras del periodista y político estadounidense, Hodding Carter, debieron resonar en la cabeza de Glenn Anton Doc Rivers (13-10-1961, Chicago, Illinois), durante los segundos que sus brazos rodearon a su hijo, Austin (1-8-1992, Santa Mónica, California), cuando el ex Comisionado de la NBA, David Stern, anunció su nombre en el draft 2012 y lo convertía en nuevo jugador de la mejor liga de baloncesto del mundo. El actual entrenador de Los Angeles Clippers pasó el relevo generacional a su hijo. Él, que durante 13 años disfrutó del baloncesto de máximo nivel con Atlanta, Clippers, Nueva York y San Antonio, y que fue All-Star en 1988 y medalla de plata con Estados Unidos en el Mundial de Colombia en 1982, daba su bendición, entre lágrimas, a uno de sus tres hijos.
Pero el amor entre ambos, se disipa en una cancha de baloncesto. Austin se presentó por primera vez ante su padre, entrenador en esos momentos de Boston Celtics, el 16 de enero de 2013. En 23 minutos, el hasta ese momento escolta de New Orleans Pelicans fue autor de ocho puntos y una asistencia. Números escasos, sí; pero suficientes para doblegar al equipo de su padre. “Fue algo extraño. Sinceramente no puedo decir que me divirtiera el partido. Como padre no disfruté de la situación”, comentó el técnico campeón de un anillo cpm los Celtics en 2008. Ahora, ambos comparten vestuario en el Staples, y no existe esa amargura, pero sí más presión.
No sólo Rivers ha sufrido viendo a su hijo jugar contra él. Los Curry, otra familia con su hogar en las canchas, han sufrido esa maldición. Stephen (14-3-1988, Akron, Ohio) y Seth (23-8-1990, Charlotte, Carolina del Norte) fueron concebidos para la gloria del baloncesto. Su padre, Dell (25-6-1964 Harrisonburg, Virginia), es un mito en Charlotte. Muñequita linda era su apodo y la línea de tres puntos su coto de caza. Máximo anotador en la historia de la franquicia (9.839 puntos), el triple le convirtió en una leyenda (929 anotados, otro récord del equipo de Carolina del Norte). Su hijo mayor, Stephen, sigue sus pasos. Su capacidad para anotar desde cualquier posición es enorme y su lanzamiento desde la línea de 7,24 ha llevado a los Golden State Warriors, el equipo que lo drafteó en 2009, a ser líder de la NBA. Tanta es su calidad, que cada vez que Stephen pasa por la cancha de los Hornets, sus progenitores sufren. El padre tiene que soportar, o bien la derrota de su hijo, o bien su clase. Y la madre de Stephen sufre por los dos y contesta, con una sonrisa, la sempiterna pregunta: “¿Quién desea que gane: su hijo o el equipo de su marido?” Pero una madre es una madre, y su hijo está por encima del cariño hacia un equipo.
El base de los Warriors trata de emular a su padre, como procuraron y procuran hacer muchos otros, pero en el mundo del baloncesto ese logro es bastante escaso. Hay algunos, que por fuerza de voluntad, o por simple suerte del destino, han alcanzado las grandes gestas de sus mayores e, incluso, superarlas. En la NBA, esos jugadores se cuentan con los dedos de las manos. Presentarse ante los aficionados como ‘hijo de’ es un calvario que Matt Guokas Junior (25-2-1944, Filadelfia, Pensilvania) y Brent Barry (31-12-1971, Hempstead, Nueva York) sufrieron y superaron.
Los dos aterrizaron en el baloncesto como los hijos de grandes campeones. En el caso de Matt, su padre (11-11-1915, Filadelfia, Pensilvania / 9-12-1993, Flourtown, Filadelfia) alcanzó el campeonato con los Philadelphia Warriors en 1947, en la antigua BAA. Junior llegó al anillo 19 años después (1966), también en Philadelphia pero como 76ers, junto a leyendas coChamberlain, Green y Cunningham, acabando con ocho años de dominio de los Boston Celtics. Se convirtieron en el primer ejemplo de padre e hijo en ganar el campeonato. Guokas padre no sintió celos, pues sabía que su futuro habría sido más brillante, sino llega a perder su pierna izquierda en un accidente de tráfico, en el mismo año que alcanzó el campeonato. Padre e hijo no amaban el deporte solamente como profesionales, sino que también lo hacían a través de los micrófonos. El primero como comentarista de los Eagles y director de la WPEN-AM hasta 1985, y el segundo como comentarista oficial de Orlando Magic desde 2004 hasta la pasada temporada.
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El caso de Rick (28-3-1944, Elizabeth, Nueva Jersey) y Brent Barry (segunda pareja padre-hijo en ganar el anillo) es difícil de calificar. Mientras que Brent gano un trofeo Larry O’Brien más que su padre, será Rick el que se llevó toda la fama dentro de una familia dedicada completamente al baloncesto (sus otros tres hijos también jugaron y su suegro, Bruce Hale, fue su entrenador de la Universidad de Miami). Rick es el único que ha sido máximo anotador en tres ligas diferentes (NCAA, NBA y ABA) para un total de 25.279 puntos desde su debut 1965 con los San Francisco Warriors, donde fue nombrado rookie del año. Se puso el anillo en el ocaso de su carrera (1975), cuando formaba parte de Golden State. En esas finales fue nombrado MVP. Su potencial ofensivo era casi imparable y su nivel competitivo era tan apasionado que llegaba a irritar tanto a rivales como a compañeros: “Usted puede enviarlo a la ONU, y comenzará la Tercera Guerra Mundial”, señaló su compañero, Mike Dunleavy Sénior (su hijo también ha logrado hacerse un hueco en la NBA), al Chicago Tribune. Todo ello le hicieron merecedor de estar dentro de la lista de los 50 mejores jugadores de la Historia y entrar en el Hall of Fame (1987).
Brent, por su parte, logró dos anillos con los San Antonio Spurs de Gregg Popovich (2005 y 2007), pero su nombre entrará en la historia por su victoria en el concurso de mates del All-Star de 1996, cuando emulando a Michael Jordan, saltó desde la línea de tiros libres para machacar el aro. Su capacidad en el triple, nunca inferior al 40%, era otra de sus características más relevantes. Pero no todas las historias tienen ese final feliz.
Luke Walton (28-3-1980, San Diego, California) nunca pudo igualar a su padre, Bill (5-11-1952, La Mesa, California): Hall of Fame, campeón en 1977 y MVP de esas finales y de la temporada de 1978 con Portland Trail Blazers. “Bill Russell era un gran taponador. Wilt Chamberlain fue un gran jugador ofensivo. Pero Walton puede hacerlo todo”, señaló su entrenador en esa etapa, Jack Ramsay. A pesar de una carrera llena de lesiones y una vida personal algo polémica (fue detenido en los años 70 en una manifestación en contra de la política de Richard Nixon durante la guerra de Vietnam), Bill fue considerado el mejor center del momento, gracias a su precisión en el pase y su capacidad de intimidación. Era un perfeccionista, cuya gama de habilidades y dedicación lo llevaron a conquistar otro campeonato más con Boston Celtics (1986). Con esa gran losa se presentó Luke en Los Ángeles. Laker durante nueve años (2003-2012) y dos anillos como secundario después, pasó por Cleveland (2012-13) antes de convertirse esta campaña en asistente de Steve Kerr en los Warriors.
La desdicha de Luke Walton por no alcanzar a su padre, contrasta con la alegría que irradian jugadores de la talla de Kobe Bryant, Al Horford y Kevin Love. Los tres han logrado el sueño de superar a sus progenitores, que sus nombres sean los que los niños recuerden.
Kobe (23-8-1978, Filadelfia, Pensilvania), laker por excelencia hasta 2016, y jugador mejor pagado en la actualidad de la NBA, va a pasar sus 20 años de carrera vestido de oro y púrpura. Con el 24 a la espalda ha levantado cinco trofeos de campeón, mientras que su padre, Joseph Washington Jelly Bean Bryant (19-10-1954, Filadelfia, Pensilvania), disputó ocho temporadas en la liga estadounidense y otras siete en Italia. En tierras europeas, su hijo descubrió la belleza del baloncesto, al igual que su gusto por el fútbol y su facilidad para aprender idiomas.
La felicidad del Al Horford (3-6- 1986, San Felipe de Puerto Plata, República Dominicana) es aún mayor, pues su gloria y sus andanzas por la NBA son seguidas por un pueblo entero, el dominicano, que considera al center de los Atlanta Hawks (2007-…) como un ídolo nacional, el mejor de los seis que han disputado alguna temporada en la NBA. Y no es para menos. Al fue elegido en el número tres del draft’07. Entre esos seis, se encuentra su padre, un pionero dominicano, pues fue el primEuropa, Tito Horford (19-1-1966, La Romana, República Dominicana) disputó dos temporadas en Milwaukee Bucks (1988-1990) y una en los Washington Bullets (1993).
ero en jugar en la NBA. A pesar de que gran parte de su carrera profesional se disputó en
Kevin Love (7-9-1988, Santa Mónica, California), por su parte, tiene aún mucho que andar. No ha ganado ningún anillo, ni tampoco es un héroe nacional, por lo que su destino todavía es una incógnita, pero no pinta nada mal. Tras ser buque insignia de los Minnesota Timberwolves, ahora lucha por un anillo en los Cleveland Cavaliers. Su importancia en la Liga se debe a un trabajo constante desde niñez en Oregón a manos de sus padres. Stan Love (9-4-1949, Los Ángeles, California), jugador de los Lakers durante cuatro años, aprovechó la negativa de su mujer a que su hijo jugase al fútbol americano, por miedo a posibles golpes en la cabeza, para día a día, mostrarle vídeos de los pívots legendarios y pulir sus habilidades. Bill Walton, Wes Unseld (al que Kevin debe su segundo nombre: Wesley), Hakeem Olajuwon, David Robinson... eran sus dibujos cuando era pequeño y el patio de su casa, su lugar de recreo. Allí practicó horas y horas, perfeccionando los movimientos y el tiro que le llevaron a la NBA, previo paso por UCLA. Su persistencia y la corrección de cada uno de sus errores han sido la clave para convertirse en uno de los ala-pivots más importantes en la actual NBA y, claro está, superar a su padre.

Fuente:http://baloncesto.as.com/baloncesto/2015/03/19/nba/1426771181_165742.html

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